La vida en un campamento de verano está llena de aventuras y retos por alcanzar, que cada día ponen a prueba a los niños y adolescentes, y les animan a superarse. Es una carrera frenética entre marchas campo a través, trabajo en equipo, baños en el río, y juegos que les ayudan a crecer en valores al tiempo que se lo pasan en grande.
[!adsenseamp!]
El día está organizado para aprovechar cada instante y vivirlo intensamente, pero sin duda el momento más especial es la noche, cuando el grupo se reúne alrededor de la hoguera. ¿Os acordáis? Este encuentro frente al fuego tiene algo mágico que invita a compartir historias de miedo, un ritual que nace espontáneamente y que se ha repetido desde hace siglos. De pronto… en mitad de la noche… se alza una voz que atrae la atención de todos… mientras se dejan llevar por el poder hipnótico de las llamas… y… hacen volar su imaginación…
Emociones a flor de piel
[!adsense!]
En estas noches tienen un lugar destacado los cuentos fantásticos de intriga y terror, que crean una atmósfera de gran expectación y hacen estremecer a los presentes, temerosos de volver la cabeza y encontrarse con los personajes que protagonizan estas leyendas. Vaya, un cague total, verdad??? El narrador ha de tener una pericia especial para lograr el clima propicio, en un silencio que cada vez se va haciendo más denso, mientras va desgranando historias que asegura que fueron ciertas. Los hechos que se relatan se ambientan en parajes próximos al campamento, destacando enclaves reconocibles, como un árbol centenario, un lago cercano o una casa abandonada. ¡Sitios de esos que sólo con nombrarlos ya nos hacen temblar de miedo!
El contador de cuentos debe saber jugar también con el tono de voz, las pausas y los golpes de efecto, administrando sabiamente los silencios, e introduciendo elementos sonoros que, en el momento justo, provocarán gritos de terror. En la mayoría de las ocasiones la historia cuenta con un giro inesperado, e incluso un final lleno de humor que desencadena una carcajada general y sirve de catarsis colectiva, relajando la tensión acumulada y creando un ambiente festivo.
Las historias de miedo en una noche frente al fuego evocan costumbres ancestrales, que con la intensidad de las emociones compartidas, consiguen afianzar el clima de compañerismo y camaradería que caracteriza los campamentos de verano. Eso sí, yo recuerdo acostarme muerta de miedo muchas veces y no era muy amiga de que estas veladas de terror, pero bueno, sé que tenían que estar… y para niños miedosos como lo era yo puede ser una buena terapia.
¿A ti te gustaban las historias de miedo?