No seremos los primeros, ni los últimos, que hayamos utilizado los campamentos de verano como un ejercicio de superación. Superamos miedos, angustias, inseguridades, escrúpulos y todo tipo de obstáculos. No es que el campamento en sí mismo sea algo malo lleno de cosas horribles, al revés, pero lo cierto es que suele ser la primera vez que salimos de casa, que convivimos con extraños y que lo hacemos en un entorno nuevo y a veces algo hostil, sobre todo cuando éste se enclave en mitad de una montaña y no disponemos de los recursos y comodidades con los que contamos en nuestra casa.
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Estos campamentos se convierten en todo un reto para los niños con más miedos. No queda más remedio que afrontarlos, estamos solos ante el peligro, y un peligro puede ser una araña en la tienda de campaña o dormir a oscuras sin más luz que las estrellas. O, simplemente, el miedo a lo desconocido, que no es ninguna tontería. Son miedos habituales que todos hemos sentido alguna vez, después existen las fobias o miedos más grandes, que ya deben ser tratados con la seriedad y responsabilidad que se merecen.
Enfrentarse a los miedos
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Y es que en casa podemos llamar a alguien que nos venga a consolar cuando tengamos miedo. ¿Pero que ocurre en un campamento? Generalmente nos tocará hacerlo en soledad, y por eso se convierte en todo un ejercicio de superación.
Uno de los temores más frecuentes es el miedo a la oscuridad. Sobre todo angustioso si este campamento de verano tiene lugar en plena naturaleza, donde la noche cerrada no será precisamente cómoda si no nos gusta estar a oscuras. Cuando el niño quiera levantarse para ir al baño deberá optar por dos cosas: o afrontar su temor o quedarse en la tienda y aguantarse. Y normalmente todos son más valientes de lo que creen y consiguen su objetivo.
Es verdad que a veces se pasa mal, pero afrontar y superar aquello que nos atemoriza es una satisfacción muy grande para los niños y también para sus padres, que antes de enviarle al campamento deberán conversar con el pequeño para descubrir si algo le atormenta especialmente y darle consejo sobre la mejor manera de sobrellevar esa situación. Con información todo suele resultar más fácil. Mucha paciencia y empatía tampoco deberán faltar. Sólo así el niño será capaz de conocer todas sus potencialidades y descubrir que, si quiere, puede.